En busca de la verdad sobre 15 cadáveres a 523 kilómetros de Ceuta

Playa del Tarajal, Ceuta, septiembre 2013. Foto: FIDEL RASO

Llevo clavada su mirada desde la noche del 17 de enero de ­­2011. No es la primera vez que escribo de él, pero es que la mirada serena de aquel chaval de 24 años se me metió muy dentro. Eran las diez de la noche cuando un telefonazo en la redacción del diario local de Ceuta en el que trabajaba nos hizo salir corriendo hacia el Puerto Deportivo porque Salvamento Marítimo había interceptado a un chico subsahariano que había cruzado la frontera del Tarajal a nado, con traje de neopreno, para llegar a Ceuta, para entrar en España. Se me quedó tan grabada no sólo por su templanza sino porque para mí, recién llegada a la ciudad autónoma como periodista, era mi primer encuentro con la inmigración; el primero de muchos, de tantos que no podía ni imaginar en aquel momento.

Aquel chico no nos quitaba los ojos de encima ni al fotógrafo, ni al guardia civil ni a mí. Era un par de años más joven que yo, pero yo me sentía mucho más pequeña que él. No fui consciente entonces, pero sí con el tiempo: en aquel momento todo lo preconcebido empezó a desmoronarse. Mis historias mentales de inmigrantes que llegaban a España, la tierra prometida, y que sufrían cuando el sueño se les deshacía al ser descubiertos por las fuerzas de seguridad. Fuerzas de seguridad que actuaban de aquella manera a la que a cada uno nos habían contado. Cuentos de largos viajes. Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes que imaginaba sin saber en qué consistían. Vallas, cámaras, vigilancia, violencia, hipotermias, destino…

Entierro de dos inmigrantes, 2009. F. RASO
Pateras que a Ceuta no llegaban aunque yo me imaginara por entonces que ese era el único modo de cruzar el mar para un inmigrante. Pero en Ceuta ni hay pateras ni se salta, normalmente, la valla. Se llega en pequeñas embarcaciones, de juguete incluso; se llega a nado; se llega escondido en un vehículo. Por poner algunos ejemplos. Todo lo que había en mi mente no eran más que prejuicios, historias preconcebidas en torno a qué era y a cómo debía de ser (algo que yo creía saber entonces con rotundidad) la relación con la inmigración subsahariana, con cada uno de ellos. Los mismos prejuicios que he ido dejando en cada calle de Ceuta a medida que ha pasado el tiempo, a medida que la información pasaba de ser la de aquel chico de 24 años de mirada penetrante a convertirse en la de, por ejemplo, los más de 1.300 inmigrantes que llegaron a Ceuta a lo largo de todo aquel 2011, mi primer año en Ceuta. Y es mal asunto cuando para un periodista, tan amantes de cifras como somos, la inmigración se convierte en un dato. Pero esos mismos números y, sobre todo, esos mismos prejuicios son los que he escuchado, en repetidas ocasiones, en las últimas semanas.

Dos inmigrantes conducidos a comisaría. Ceuta, 2013. FIDEL RASO
Como periodista y como alguien que ha pasado los tres últimos años de su vida metida en una redacción y en las calles de Ceuta he seguido con atención, ya desde Madrid, la tragedia que dejó quince personas muertas en esa misma frontera que yo, como ciudadana española, crucé en numerosa ocasiones sin arriesgar vida ninguna. Sin embargo, cuando el editor de esta revista me propuso escribir sobre esta historiadudé. Es mucho más fácil escribir cuando pasas una semana en un lugar, analizando en el momento y de cerca la información, que cuando han sido tres años los que has vivido día a día esas historias.

“Escribir una historia sobre la verdad”. A veces somos tan vanidosos que nos creemos en posesión de la verdad. He leído notas oficiales; la denuncia interpuesta el 10 de febrero ante la Fiscalía General del Estado por más de una veintena de entidades; el resultado del informe de la ONG Human Rights Watch; las declaraciones del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, y las que he hecho el delegado del Gobierno de Ceuta, Francisco Antonio González Pérez; he presenciado charlas de amigos –caballas y no caballas– sobre el tema; he hablado de ello con políticos, con guardia civiles y con amigos y conocidos en general…

De una u otra manera todos sostienen su verdad y ni siquiera es que una verdad sea más cierta que otras, sólo que son matizables, sólo que hay detalles que esos sí son verdad o mentira: hacia dónde estaban enfocadas las cámaras; qué material se utilizó para frenar la supuesta avalancha; cómo fue la actuación de las fuerzas de seguridad; cuántas personas intentaron cruzar el mar; cuántas lo lograron; cuántas murieron; qué tipo de mafias había detrás; qué se sabía, qué no…

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