No daré hijos, daré versos


No daré hijos, daré versos. El título de esta obra de teatro es ya de por sí tan estimulante, arriesgado y potente que el espectador llega a escena con las expectativas muy altas. 

Delmira Agustini no solo era una poeta de corte modernista. Era una feminista y una activista defensora de una identidad como mujer en unos años en que aún quedaban muy lejos esas revoluciones. Una mujer libre que nació en Montevideo en 1886 y y murió en 1914, asesinada por su esposo, del que ya estaba separada pero al que mantenía como amante. 

No es estrictamente necesario conocer algo de esta poeta uruguaya para entender la obra No daré hijos, daré versos, que se muestra estos días en la sala Hugo Balzo del Sodre, pero es cierto que sabiendo algo de su historia, es más fácil adentrarse en esta arriesgada puesta en escena. 

"Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente; / hablaba el impreciso lenguaje del torrente; / era un mar desbordado de locura y de fuego, / rodando por la vida como un eterno riego". Así describe el amor la poeta en uno de sus textos. Y el amor, sus diferentes versiones, es el punto de partida de esta apuesta. Una cama y tres parejas que son la misma, las diferentes caras de un hexaedro que se intercalan como en un cuadro de rubik en el que haya que encajar los colores. De ahí parten para intercambiar roles, épocas, y pulir un relato que hacen estrictamente poético de principio a fin. 

La música adquiere un papel esencial en el relato, que hace entender mejor la puesta en escena, arriesgada pero tan cuidada que se le hace fácil al espectador. Las transisciones -de vestuario, de color y de época- son uno de sus puntos fuertes, ya que hacen muy fotográfico al espectáculo. 

Lo real y lo ficticio transitan por la cuerda floja para dejar al espectador pensando en las consecuencias de una historia en la que la poeta es la excusa al mismo tiempo que la necesidad, como la de la libertad y el autocontrol. 

Marianella Morena escribe y dirige esta obra que interpretan, de manera muy coral, Lucía Trentini, Sebastián Serantes, Laura Baez, Agustín Urrutia, Mané Pérez Carlos Rompani. "Decido trabajar sobre el acontecimiento Delmira como un sismo que nos madura, cuando comprendemos que hay desencuentros que pueden más que la humanidad. No todo puede entenderse, y eso forma parte de la vida y del arte. Mi texto y montaje constan de tres actos, tres lenguajes, tres tiempos y tres puntos de vista sobre ella, y su dimensión desde el 900 al hoy. Poniendo en diálogo y en evidencia que el conflicto nunca se detiene", explica la directora.