Roma, eternamente joven


Es la ciudad eterna porque en ella se funden pasado, presente y futuro. Pero también porque Roma es capaz de presentarse como nueva aunque se la haya visitado mil veces





Sabe rejuvenecer porque de sus ruinas nacen los tiempos modernos. Recorrer Vía Apia y estremecerse en las catacumbas de San Calixto –20 kilómetros de galerías– es un ejercicio contemporáneo. “No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para entender cuánto has cambiado tú”, dijo Nelson Mandela. En Roma sucede. Haz la prueba: sigue los pasos de Stendhal en Paseos por Roma (1828-1829) y recorre las siete colinas. Sube al Campidoglio y adéntrate en los Museos Capitolinos. Precisamente en Italia fue donde Stendhal sufrió el síntoma al que da nombre. La sensación de maravillarse tanto que se corte, literalmente, la respiración es lo que se conoce como ‘Síndrome Stendhal’. ‘Sobredosis de belleza’ que se siente desde el Palatino, entre el Foro Romano y el Círculo Máximo, origen de la ciudad.

Imprescindible es su Guía literaria. “Necio es quien admira otras ciudades sin haber visto Roma”, escribió Petrarca. Este libro recorre lugares atemporales admirados por escritores universales. “La ciudad vista con ojos de escritores, viajando a sus épocas y con sus palabras”, explica el guía de ‘EnRoma’, donde organizan diversas rutas literarias: “De escritores en lengua española, contemporáneos, latinos de la antigua Roma…”. La Roma con la que se sorprendió Dickens, las horas italianas de Henry James, o la lírica que fascinó a Rilke. 

El viajero no debe abandonar Roma sin visitar el Coliseo o la Fontana de Trevi creyéndose Anita Ekberg. La novedad es que puede hacerlo a cara lavada. El anfiteatro ha estado dos años restaurándose: reforzaron estructuras, limpiaron fachada y aumentaron en un 25% los espacios a los que el público accede. Igual que la Fontana, que tras años en obras, ha quitado los andamios. Las esculturas del siglo XVI de las ‘Quattro fontane’ también rejuvenecieron.

Pequeños tesoros a la vista
Los Jardines Papales, de 1279, las villas de Castel Gandolfo, en las afueras de Roma, pueden visitarse desde hace dos años. Cuando el director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci, lo anunció, aseguró que el Papa Francisco deseaba compartir “el arte esplendoroso unido a la gloria de la naturaleza”. El recorrido comienza en los jardines Barberini: hierbas aromáticas a la sombra de una cuidada arquitectura en lo que se conoce como el ‘segundo Vaticano’.

Novedades aparte, Roma es eterna porque regala pequeños tesoros más allá del Vaticano o el Panteón de Agripa. Introduce la mano en la Boca de la Verdad en la basílica de Santa María in Cosmedin, pero cruza y detente ante el Templo de Ercole Vincitore. Mira más allá del turismo. Fascínate en la iglesia Santa María de la Victoria con la blancura del éxtasis de Santa Teresa. Recorre iglesias como la del Gesù o Santa María la Mayor. Y visita el EUR: barrio creado por Mussolini para la Expo truncada por la Segunda Guerra Mundial. Pasea en bici por Villa Borghese.
 Verdes y naranjas atraviesan el más divertido Trastévere. Surca la isla Tiberina y atiende al último consejo de Stendhal: “No os pido que me creáis bajo palabra, sino solamente que si alguna vez vais a Roma, abráis los ojos”.


Reportaje publicado en Passenger6A