MSolo con escuchar cómo la voz se le va acelerando, se intuye lo que significa para ella estar pisando la tierra donde nació su abuelo. Él fue uno de los millones de gallegos que tuvieron que emigrar a América a principios del siglo pasado. Ella, Cecilia, es una de las 27 personas que, con un programa de la Xunta, ha pasado parte del verano en Galicia, la tierra mil veces evocada por su familia.
Se subió a aquellos trasatlánticos que se ven en las postales antiguas, y sus hijos y nietos crecieron escuchándolo falar, imaginando el día en que la conocerían. Pero les faltaba la plata: «Un euro son 34 pesos uruguayos», explica Cecilia.
Nacida en Montevideo, diseñadora de moda metida a administrativa y con la necesidad de cambiar su vida. En ese momento estaba Cecilia cuando se enteró de la convocatoria de un campo de trabajo de arqueología en Castrolandín (Cuntis), en Pontevedra. Cuando la seleccionaron, «fue como un regalo de la vida», explica. La beca subvencionaba todos los gastos. Dice que Galicia es como la imaginó, «como me la contaron», excepto en que «se come muchísimo».
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