Menú del día: Revuelto de español con patatas

"Barriga llena, corazón conten­to”, dice el saber popular. O lo que es lo mismo, que los problemas y las penas, con el estómago lleno, se ven menos angus­tiosos. También se argumenta, de ‘voz populi’, que la gastronomía y la cultu­ra van de la mano. “La comida popu­lar, buena o mala, debe constituir para el viajero un dato de tanto valor como el paisaje, con el que guarda siempre una íntima afinidad”, escribía el pe­riodista Julio Camba en su libro La casa de Lúculo o el arte de comer, un clásico de cultura gastronómica. 
Cam­ba lo ejemplificaba argumentando que si uno llega a Ávila y pide caviar, pue­de que le guste, pero ni sabrá apre­ciarlo ni le servirá para conocer cómo son los castellanos. Que se convertirá, concluía, en “un pésimo viajero y un gastrónomo abominable”. Los casi treinta chavales del CETI (Centro de Estancia Temporal de In­migrantes) que ayer recibieron el di­ploma que acreditaba que habían concluido el curso de gastronomía in­tercultural no eran, precisamente, via­jeros. Aunque sí traen a sus espal­das largos recorridos caminados en busca de materializar una esperan­za: España. Este curso -una iniciativa de la asociación Intermun2, en cola­boración con el CETI y bajo el patro­cinio de Balèaria- supone para ellos un paso más hacia la integración, un aprendizaje gastronómico, pero tam­bién cultural y del lenguaje.
Foto Fidel Raso

“Tenedor, cuchara, espumadera, sartén...”, enumeraba uno de los chi­cos -aunque alguna se apuntó inicial­mente, ninguna mujer ha concluido esta formación-, que ayer se encon­traban en el salón de actos del CETI, a la espera de recibir su diploma y, como regalo añadido por participar, una agenda. El aprendizaje de la ter­minología de utensilios de cocina era uno de los temas que incluía el pro­grama del curso, desarrollado durante cuatro meses: entre octubre de 2011 y el pasado enero.

Desde un potaje de garbanzos con espinacas o, por supuesto, una torti­lla de patatas, hasta unos huevos re­llenos, una paella o unos espaguetis a la Boloñesa. Entre las bebidas, ba­tidos de fruta y té moruno. También ‘básicos’ como la mayonesa o deter­minadas salsas. Y en las pasadas na­vidades aprendieron a hacer roscos. Los alumnos han aprendido platos de la cocina Mediterránea, pero también, cada uno de ellos ha aportado los aro­mas y sabores que recuerdan de sus países de origen.

El ‘riz sauce’ es el plato que Soti Pome, un chico de Camerún, enseñó a cocinar a sus compañeros. El ingre­diente principal, el arroz, acompaña­do de un sofrito de ajo, pimiento, to­mate y cebolla. También con arroz es el plato que propuso Sekoun Sogari, guineano. Mohamed, procedente de Costa de Marfil, optó por las patatas, mezcladas en un revuelto con zana­horias. Aunque lo que le han gustado han sido los potajes que ha aprendido a cocinar en este curso.

Se trata de introducir el castella­no a través de la cocina y de enseñar las costumbres, pero potenciado las habilidades sociales, para facilitarles la integración en la vida cotidiana de la cultura española”, explican desde Intermun2, representado por Amalia y Anabel Jaramillo, Rosa Berrocal, Ana Arnedo y Andrea Benavides, que han sido las profesoras del curso.

El director del CETI, Carlos Ben­goetxea, presente en el acto, entre­gó algunos de los diplomas a los cha­vales. Valoró los resultados de este proyecto y la colaboración con la asociación. También acudió, en repre­sentación de la Delegación del Gobier­no, la asesora en Asuntos Sociales, Fá­tima-Zhora Ibrahim, quien también entregó diplomas.

El próximo 7 de marzo, Intermun2 comenzará en el CETI otro curso simi­lar, aunque esta vez destinado exclu­sivamente a la repostería. Después de cada clase, alumnos y profesores dis­frutaban de una velada de conviven­cia mientras degustaban los platos cocinados, para los que, como ya decía Cicerón, no hay mejor condimento que el hambre.

Información publicada en El Pueblo de Ceuta