Nadie en su familia había hecho jamás teatro y él nunca se había subido a un escenario. De hecho, ni siquiera recuerda haber participado en las clásicas funciones escolares. Pero un día le retaron. ¿Qué pasa, Pedro, qué no te atreves? Y él se lanzó a la piscina. El día que cumplía 49 años estrenaba su primera obra dirigido por el que unos meses atrás le retó, el director del Centro Dramático de Ceuta, Manuel Merlo. Era el 28 de noviembre de 2003.
Una afición que, además, le dejó huella. “Al universo notorio, si un punto de penitencia me salva del Purgatorio, es el dios de la clemencia el dios de don Juan tenorio”. Palabras de un clásico que casi una década después sigue recordando como si las declamara ayer. Y es que fue precisamente Don Juan Tenorio la obra con la que Merlo le retó. Al principio, con un personaje secundario en una obra que representaron en las Murallas Reales de Ceuta y con seis escenarios. Un año después interpretó al encomendador. El reto aumentó y siendo aún un neófito de este arte, Merlo le propuso interpretar un monólogo que duraba una hora y cuarenta minutos, La sombra del Tenorio, de José Luis Alonso de Santos. “Estudiaba en la ducha, me iba a la cama con el papel y en dos o tres meses lo preparé”, recuerda Alonso, que superó con creces el reto.
Precisamente personajes de malo, de abuelo, de directores, con voz ronca, ‘cuerparón’ y mucha presencia son los que mejor le van, asegura. Le ha costado más esfuerzo y dedicación poner en escena a otros personajes como el que interpretaba en Ninette y un señor de Murcia, de Miguel Mihura, un pueblerino pazguato que la primera vez que sale de su pueblo viaja a París y se enamora de una parisina. “Ese fue mi personaje más difícil; el teatro es un trabajo bonito, un esfuerzo intelectual fuerte y se está a gusto”, explica Alonso, como razones que le engancharon a esta afición, en la que asegura haber evolucionado y aprendido mucho en los últimos años de trabajo.
Arsénico por compasión fue la obra que más risas le regaló. Interpretaba a un loco y tuvo que dejarse una barba por la que su mujer le retiró la palabra un par de días. Divertido y tierno, Alonso recuerda en su entrevista con El Pueblo con motivo de esta jornada de homenaje, esta pasión que conoció en la frontera de la media década, pero si le preguntan por la función reivindicativa de este arte, contesta: “Yo soy anárquico, yo soy sólo actor”. “El teatro lleva en crisis toda la vida, el cine y la televisión le hicieron daño, la crisis le ha hecho daño y, para completar el círculo, le suben el IVA. Nosotros somos una compañía aficionada, pero la gente que pretende vivir del teatro, lo tiene complicado”, lamenta. En 1985, Alonso llegó a Ceuta, procedente de su Pontevedra natal. No sabía por aquellas que en esta tierra le esperarían muchas tablas.
Entrevista publicada en El Pueblo de Ceuta