Desclasificados, la ética al descubierto


Tenía 22 años y eran mis primeras prácticas "serias" la primera vez que como periodista tuve problemas con un político. Ahora tengo 29 y capear la información política y la manipulación mediática ha sido una constante en los últimos casi tres años. Se ha hablado mucho de la difícil y peligrosa relación entre periodismo y política, casi sin diferenciar ese tándem que no componemos los periodistas, sino los medios de comunicación en 'amiguismos' con miembros del gobierno y partidos de la oposición.
'Desclasificados' es una obra de teatro que se representa estos días en el Teatro Bellas Artes de Madrid y que desgrana estas relaciones con una maestría que encoje el alma, que te deja sin aire. Como espectadora que es periodista es imposible no hacer constantes paralelismos, ver sobre el escenario situaciones que pese a ser sorprendentes -ese 'esto no puede estar pasando' del personaje de Silvia (Alicia Borrachero)- no dejan de ser verosímiles. Existen esos acuerdos, esos intentos de sobornos. Como periodista neófita una no deja de sorprenderse cada vez que se ve envuelta o capta situaciones de corrupción. Tampoco los periodistas veteranos deberían dejar de sorprenderse, pero esa es otra cuestión...

Pero no es una obra sólo para periodistas, ni por supuesto sólo para políticos. La calaña política, como también los políticos que sí tienen ideales, nos afecta a todos por el simple hecho de compartir una sociedad, de estar -guste o no- inmersos en un sistema. Los principios, la ética, los valores, el precio que estamos dispuestos a pagar por cada paso que damos en nuestra vida, las constantes y rápidas decisiones que debemos tomar. De todo esto habla 'Desclasificados', de la dura elección de priorizar, del prurito profesional y sobre todo de si somos capaces de defender nuestros valores también con los hechos y no sólo con las palabras, si nos juzgamos a nosotros mismos con la misma vara de medir con la que a los demás les exigimos que sean personas íntegras.

El guión (de, al igual que la dirección, Pere Rierao) es preciso, divertido, elocuente, crítico, atrapa desde el minuto uno. Son tres personajes sobre el escenario en un constante enfrentamiento actoral y ético. La periodista segura, pese a los miedos tensionales, curtida, ¿ética? No es la primera vez que Borrachero se calza el papel de una periodista. Quizás por eso, sumado a su popularidad televisiva -un problema al que también hacen frente los otros dos actores-, tenía el reto aún más complicado de bordar, como hacen los tres, estos personajes. Logran quitarse de encima sus caras 'requeteconocidas' y convertirse en quienes son sobre el escenario. El espectador es capaz de empatizar con la periodista que duda, e incluso con la madre que debe decidir y afrontar esas decisiones. La precisión de movimientos, especialmente durante el plato fuerte del 'cara a cara', el trabajo no sólo emocional, sino muy técnico de la actriz, es elocuente y grandioso.

Joaquín Climent interpreta a Victor, el político. El presidente del Gobierno que debe someterse a las preguntas de la periodista. Más de una vez he visto a un político 'mediopedir' preguntas blandas, cuando el trabajo del periodista no es jamás bailarle el agua al político. El espectador se cree inmediatamente a este personaje, el político embaucador, ese al que todos en algún momento hemos llegado a creer, a votar. El político que sí genera confianza, que sabe envolverse, que utiliza magistralmente sus mil caras.

El trío lo completa un jefe de prensa llamado Cáceres del que cuesta más creer en su verosimilitud. No tiene la sonrisa impuesta ni la falsedad de los comunes jefes de prensa. Es quizás el personaje más 'ficticio', en el sentido estricto del término. Pese a ello, Jordi Rebellón logra del mismo modo sorprenderte a cada paso que da sobre el escenario, crecer al mismo tiempo que la obra evoluciona. 
Desclasificados pone sobre el escenario una obra que no encaja en los géneros tradicionales, que divierte e interesa, pero que además conmociona y engrandece ese espíritu crítico tan necesario en tiempos de 'apanamiento'. Hacía tiempo que no me fascinaba tanto un espectáculo. Enhorabuena al equipo que la ha puesto sobre las tablas, pese al sangrante 21% de IVA.