«Es una función de emociones, donde se pasa de una a otra en apenas décimas de segundo». Hace un año, la actriz Amparo Larrañaga presentaba así la obra de teatro 'Hermanas', que coprotagoniza junto a María Pujalte y Marina San José. Amparo Fernández, Chisco Amado y Adrián Lamana completan un plantel de actores donde todos rebosan energía y plenitud. La obra fue un éxito en Madrid y después ha girado por media España hasta llegar, este fin de semana en una de sus últimas representaciones, a Guadalajara. Allí fue donde al fin logré ver la función.
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Marina San José es la hermana menor, Ivonne. La vitalidad en persona, la frescura y la espontaneidad con la que la actriz ha sabido vestir a un personaje al que se le perdona todo, al que con su inocencia y desparpajo logra que no se le juzgue, un ejemplo de vida sin prejuicios.
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Y todo este revoltijo emocional se analiza y expone desde dos perspectivas. Por un lado, la cotidianidad. Una cocina en la que, valga la redundancia, se cocina. Y se cocina gazpacho y caldo (acompañados de martini con dos aceitunas) y se hacen de verdad, con la ritualidad y la sencillez de esas comidas tan típicas y que evocan tantos recuerdos. Como 'Hermanas', que en cuanto a texto y acción no tiene artificios y así se gana el corazón y el alma del público, porque habla desde la verdad y desde el día a día, desde la rutina y el detalle, desde los pequeños momentos que se comparten y se sufren y se aman con la gente que más se quiere. El otro as de esta pequeña obra maestra es la comicidad. No chistes ni juegos fáciles, sino guiños y actuaciones impecables que convierten 'Hermanas' en una dulcísima comedia.
Por último -pero no menos importante sino la clave en mayúsculas de la obra-, es la magistral puesta en escena que ha hecho la directora y autora de 'Hermanas', Carol López. La dramaturga ha logrado romper con lo más tradicional y ser innovadora sin ser agria ni excesiva. Al contrario, a cada cuadro se aprecia un trabajo actoral inmenso y una dirección de actores cuidada y exquisita. Cada cuadro es una fotografía, es belleza en movimiento. Luces y música (divertidísimas escenas musicales) puestas a disposición de la escena. Lograr que el mundo de Inés, Irene e Ivonne (en sentido literal) se ralentice con una buena combinación de ingredientes.
Si hay que poner una pega es el temido final. Abrupto y sin anestesia, terrible y triste, que se precipita sobre esas almas y que rompe ese impulso de vitalidad y entusiasmo que desprende toda la función hasta entonces. Pero quizás ese guiño al drama no es más que un reflejo (de nuevo) de la vida, en la que ni siquiera el teatro te salva del mundo y su dureza.
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