Sabina, de la nube negra


"Cuando era más joven cambiaba de nombre en cada aduana, cambiaba de casa, cambiaba de oficio, cambiaba de amor. Mañana era nunca y nunca llegaba pasado mañana"... 

Pero ese mañana es hoy y con los años no llegó la calma, sino los miedos acentuados. Los años, y ya van más cuarenta y veinte, no trajeron la balsa de agua cristalina sino la de agua turbia mezclada con aceite sin que nunca lleguen a cuajar del todo. 
Lo bello de los Bradomines feos, "caóticos" y sentimentales es que sus desvaríos, sus faltas de respeto, sus subidas de ego, sus bajadas de pantalones (y hasta los precios desorbitados que le ponen a nuestros sueños)... se les perdona. Y se les perdona porque no somos quienes juzgar, porque no son amigos a los que pedirles cuentas y cariño, o un abrazo; son poetas que escriben en las nubes. Y aquí vinimos a jugar. Y jugar por jugar... que bailar es soñar con los pies... La poesía más hermosa del mundo me llegó de su bolígrafos, de sus vírgenes suicidas, de su música... Y las nubes negras se comen a mordiscos desempolvándose el miedo. Sí, se lo perdono todo porque me regaló el orgasmo más bello con sus letras, porque cuando todo era negro, sus puñales de palabras, me trajeron el calor de un amanecer de verano... Y amé la vida. Ánimo maestro... 

Y aquí dos reportajes que merecen la pena, como la merecen sus autores:

Manuel Jabois. Sabina se hizo canción.

Manuel de la Fuente:
Crónica de un lapsus anunciado.