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Foto: Hotel Torralbenc |
Al hacer el amor, al contar cuentos a nuestros hijos… Nos entra el virus de la prisa”. Así lo explicaba Carl Honoré en su libro Elogio de la lentitud. El autor propone, frente a la ansiedad, una apuesta por la cultura del ‘slow life’, por pararse a degustar el instante. Una necesidad que nos lleva a imaginarnos perdidos, sin móviles ni emails ni prisas, en mitad de paraísos que se antojan oníricos. Pero existen. Fuera de temporada, las Islas Baleares son un oasis de tranquilidad donde una escapada ‘detox’ hace desconectar infinitamente más (y mejor) que diez días de vacaciones en un destino masivo.
Es el auge de la calma. Recorrer los faros de la isla, baños de barro, paseos por la playa y un tour por la Ciutadella. Es llegar a Menorca, reserva de la Biosfera, para detenernos. Vivir el deporte, respirar, contactar con la naturaleza, descubrir sus caminos rurales… Y rejuvenecer.
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Foto: Lala Kitchen |
Otras propuestas llegan de la mano de espacios como Torralbenc, una antigua finca agrícola transformada en hotel de lujo, sobre una loma rodeada de viñedos, en el municipio de Alaior. Su zona de bienestar, firmada por Natura Bissé, es un espacio pensado para “recuperar la armonía entre cuerpo y mente”, con diferentes tratamientos como la “remagnetización de gemas y polvo de diamantes”, que elimina la contaminación y equilibra los chakras, o los “masajes con piedras calientes”.
A las experiencias relajantes se le suma la que llega por el estómago. De la mano de su asesor gastronómico, Gorka Txapartegui, del restaurante Alameda de Hondarribia, y Luis Loza, chef ejecutivo de Torralbenc, ofrecen una propuesta gastronómica que reivindica “la materia prima tratada desde una cocina con raíces, y a la vez actual, basada en el uso de producto de temporada, de la mezcla de sabores del mar y de la tierra”.
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Foto: Hotel Torralbenc |
La estancia en la isla da la oportunidad de, sea cual sea el lugar en el que nos hospedemos, disfrutar de los senderos menorquines. Sus parajes –a pie, en bicicleta o a caballo– son el otro modo de conocer Menorca. Se puede recorrer el Camí de Cavalls, un espectacular sendero con paradas en calas y miradores. Disfrutar de la llamada Isla del Viento practicando deportes náuticos, golf o submarinismo. El buen clima ayuda.
“Vivimos en un mundo obsesionado con la rapidez, con embutir más y más, en menos tiempo. Cada momento del día como si fuera una carrera a contrarreloj. Pero yo quiero regresar a los ritmos lentos”, dice Carl Honoré. Menorca nos lo pone fácil.
Reportaje publicado en Passenger6A.