Dejaba que el dolor se expandiera por todo mi ser. Para después, en los minutos de tregua, respirar y serenarme, conectarme conmigo y con Darío. Nada de lo ideado me servia, pero tampoco lo necesitaba. Era mi cuerpo el que me hablaba y yo solo tenía que escucharlo y dejarme guiar por mi propia naturaleza. Ser mamífera. ❤️
Afortunadamente, tenía conmigo a Jeza, que fue capaz de sostenerme y abrazarme cuando yo la necesitaba, pero también de darme espacio. Y de ser la mente por las dos, de agarrar el coche y hacer en 10 minutos un trayecto que se tarda 25 mientras veía como Darío empujaba porque quería salir ya. ❤️
Darío tenía prisa y no quiso que llegáramos a paritorio. Ni epidural, ni piscina, ni monitorizacion, ni camas. Dijo salgo y salió. Gritaron "tiene la cabeza fuera” y Jeza instintivamente metió la mano para sostenerlo y que el niño no se cayese al suelo. Sentí a Darío salir. Nuestro hijo había llegado al mundo.
❤️ Tuvimos la fortuna de pasar solos las tres siguientes horas, piel con piel, haciendo florecer esta maravillosa lactancia que se mantiene hasta hoy.
❤️ En el informe pone que llegué al hospital a las 4.20 y que a las 4.30 nació Darío. Fue un parto rápido e intenso, maravilloso. Solo necesité escuchar a mi propio cuerpo. Mi mujer nos sostuvo. Nuestro hijo sabía nacer y yo sabía parir. Y juntos hicimos este camino. Un camino que hoy celebramos porque la vida hay siempre que celebrarla. Gracias Darío por elegirnos como tus mamás. ❤️