Las caras de las cifras: la pandemia que deja sueños rotos y negocios cerrados

Negocio en liquidación

 Casi medio millón de autónomos siguen necesitando de prestaciones para mantener abiertos sus negocios. La Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA) reclama que los ERTEs se prorroguen más allá del 31 de mayo. En el mes de marzo había 40.347 trabajadores por cuenta propia cobrando la prestación para negocios obligados a suspender su actividad; en abril la cifra se ha reducido a 9.767. Desde el 1 de octubre, en Ceuta, 733 autónomos han recibido algún tipo de prestación ante la imposibilidad de seguir manteniendo a flote sus negociosLa información publicaba el pasado mes de enero que 122 empresas estaban desapareciendo a diario de los registros de la Seguridad Social, hasta descontar el total de 44.759 negocios. Tras este desplome, diciembre se saldó con 1.295.656 empresas, un nivel que no se observaba en un balance anual desde finales de 2015. 

Un millón, 40.000, 9.000, 733... Cifras. Cifras tras las que se esconden personas, familias que invirtieron todso sus ahorros e ilusiones en levantar y dar forma a sus sueños y que, ahora, la crisis provocada por la pandemia del COVID-19 se ha llevado por delante, dejádolos en banca rota, en suspense, en quiebra.

Como a Eli, a la que conocí hace apenas un mes y medio. De hecho no supe su nombre hasta hace un par de días. Entré por casualidad en su tienda de ropa y juguetes infantiles ante el reclamo de un bonito escaparate. Le pregunté, ese primer día, ante las rebajas en los productos, si iba a cerrar su negocio. “Eso no te lo puedo decir”, me contestó un poco borde. Pero casi al instante reculó y en un tono totalmente distinto me dijo que no sabía si tendría finalmente que cerrar.

En pocos minutos de conversación entendí que esa primera respuesta un tanto a la defensiva era fruto de una tristeza, un miedo y un desconsuelo enormes. Pero también en esos pocos minutos entendí que su pronto cambio de tono mostraba a una mujer fuerte, educada y sobre todo enormemente amable. De esas, intuía, tenderas que se convertían en tu amiga, que escuchaban a sus clientes, que se detenían el tiempo que hiciera falta con ellos para hacerles encontrar lo que realmente buscaban. Y si no encontraban y no compraban nada, igualmente los despedían con una sonrisa.

Habrían pasado tres semanas cuando volví. Me acerque a ‘Lo compró mami’, que es como se llama su tienda. Y ahora sí, estaba en una total liquidación. La esperanza de que su negocio sobreviviera ya no existía. Temía el final de los ERTEs en los que tenía a dos trabajadoras. Sostener el negocio era inviable tras el azote de la crisis provocada por el COVID-19, y aunque no tenía fecha de cierre sabía que era cuestión de semanas. Días que la separaban de cerrar definitivamente una tienda a la que ella llamaba “su sueño”.

Algunos de los niños y niñas a los que había vestido ya iban al instituto y ellos mismos la recordaban con cariño. Los clientes se despedían de ella con un "Ay Eli, lo que vamos a echarte de menos". Se notaba que el pueblo la quiere y la valora. “Solo en cómo has empaquetado siempre los paquetes ya se nota lo que amas tu trabajo”, le dijo una vez una chica. “Es que yo no despacho, yo atiendo”, la escuché contestar. También hablamos de la crisis, del COVID, de lo mal que se han ido dando unas ayudas que solo han contado los ingresos sin contar los gastos; de la supervivencia en los negocios y en la vida. Ella estaba triste y así lo reconocía, pero en esa tristeza no perdía ni su ternura ni su optimismo. Confiaba, estaba convencida y yo también lo estoy sin apenas conocerla, en que saldría adelante.

Sara es otra de esas caras. Hace algo menos de cinco años que abrió su, también para ella, sueño. Es italiana y aquí en España montó una cafetería crepería con helados artesanales y un espacio para que los niños y niñas jueguen, que es la delicia no solo de los pequeños sino de todas las madres y padres que pueden tomarse un helado o un café con la tranquilidad de tener a los peques entretenidos. 

Hasta el último día, el equipo de Sottozero ha mantenido la sonrisa.


'Sottozero' ha sido durante cinco años ese lugar donde además de un delicioso capuccino, siempre encontrabas a un amigo. Pero la hostelería es uno de los sectores más afectados por la crisis y el cierre completo del negocio en los momentos más duros de la pandemia, la imposibilidad de servir en interior de los locales en momentos de relajación media, el toque de queda así como el resto de restricciones han provocado que poco a poco el negocio fuera hundiéndose y Sara y toda su familia, puesto que todos ellos viven y se dedican al negocio familiar, han tenido que tomar la decisión de echar por última vez la cancela del negocio.

Un cierre que ayer se vistió de despedida y a los clientes que pasaban a por un helado los animaba a entrar y a comprar a precio casi simbólico algún objeto del 'mercadillo' en el que ha convertido su local. Platos, vasos, sillas, neveras y juguetes se amontonaban con carteles de 1 o 2 euros, en esta sala en la que tantos "Cumpleaños feliz" se han cantado, que con tanto cariño se decoró un lustro atrás, que tantas reuniones de amigos y familias ha recibido, que tantas vidas ha visto crecer.

Pero si Sara y Eli comparten algo aunque no se conozcan no es solo que la crisis haya puesto el punto final a sus negocios, sino la serenidad e incluso la alegría (pese a que tras ella se esconda una enorme tristeza y melanconlía) con la que saben que cuando una puerta se cierra, se abren ventanas. Comparten la bravura y la energía, la fuerza de ser dos mujeres valientes y empoderadas, la sabiduría para volver a pintar arcoíris cuando los nubarrones se alejen. Cuando este abril, de lluvias mil, se marche y entremos en una más soleada y esperanzada primavera. Rostros, familias, personas y sueños que dan vida, que son mucho más que un número en las estadísticas del Gobierno.


Artículo publicado en  Qrónica