'Madres paralelas': querer contarlo todo para no contar nada


 ¿A ti te gusta Almodóvar? Pues a mí, depende de la película.

Parto de ahí porque con las películas de Pedro Almodóvar se tiende a ir con prejuicios y no, no era mi caso. A mí hay películas suyas que me fascinan, como Todo sobre mi madre, y otras que no me gustan. Pero tenía muchas ganas de ver Madres paralelas, así que predisposición tenía.

No me gustaría decir que es una peli sobre mujeres contadas con una voz muy masculina porque los hombres son capaces de crear muy bien la voz femenina. Pero no ha sido este el caso. Predomina un Almodóvar hombre, que a mi parecer y con lo innovador que ha sido siempre, se ha quedado atrás en el tiempo.

Y no por las fosas comunes y la memoria histórica precisamente, un tema fascinante pero tan tocado de puntillas en la película que se queda en nada. Y es que creo que ese es el problema principal de la película, que pretende tocar tantas tramas que no toca ninguna, que lo toca todo por encima, mal tocado.

Y atención, que van spoilers.

Año 2016, dos recién paridas (tras unas representaciones de los partos nada realistas por cierto) a las que les llevan a sus hijas a Observación -ella ni las acompañan-, les cambian a las niñas -ni pulserita ni nada- y encima no las reconocen. Poco realismo o muy mal contado para que sea creíble.

La historia de amor, de sexo, más bien, ente la madura Janis (Penélope Cruz, con muy buena interpretación, eso sí) y la jovencita adolescente, Ana. Pero una historia que su único sentido parece ser meter una historia de homosexualidad en la película. Porque no viene a cuento, si tenemos en cuenta el recorrido de estos personajes, que esas dos mujeres se enrollen. Es como si el único objetivo de esa historia es que haya una relación para que no podamos decir que Almodóvar ha dejado una película sin representar la homosexualidad.

Bebés intercambiados, memoria histórica, homosexualidad, embarazos en la adolescencia-juventud... y vamos sumando temas a esa carrera de haber quién cuenta más.

Pero lo peor sin duda es la desorbitada importancia a los genes. Tanta que cuando la madre biológica se entera de que es tal y coge a la niña para llevársela arrancándosela a la madre, a la que la ha criado, esta apenas se inmuta.

El amor de una madre es tan poderoso que si vinieran mañana y me dijeran que mi hijo no nació de mí no dejaría que me lo cambiaran por nada del mundo. Darle esa importancia absoluta a los genes sin pellizcar ni un poco en el corazón de esa madre que lo ha criado me parece una postura muy arcaica que me deja a un Almodóvar, como decía, anclado demasiado en los cánones del pasado. Demasiados temas, demasiados vacíos, demasiadas ataduras.