Sobre mí

Siempre, desde que recuerdo, quise ser periodista, así que estudié la licenciatura y durante varios años me dediqué al periodismo, especialmente en prensa diaria y revistas (ABC, La voz de Galicia, FronteraD…). Mucha calle y muchas redacciones que me enseñaron a desenvolverme. Durante tres años, cubrir temas de política, sanidad e inmigración en Ceuta me marcaron un antes y un después. El periodismo saca lo mejor y lo peor de nosotros. Aflora nuestras emociones, nuestros miedos y todo aquello por lo que estamos dispuestos a luchar. 

Soy muy trabajadora, proactiva, autodidacta, curiosa, resolutiva… Así que siempre he estado actualizándome y esforzándome por mejorar. Cursé estudios en Filología; hice un máster en Fotografía; trabajé en cine (hasta dirigí un corto sobre periodistas); en agencias (como SmartyHub); fundaciones (como SGAE); hice un postgrado en redes sociales y SEO; en productoras como fotógrafa y copy… Y creo que lo que mejor me define es haber sido siempre una buscavidas: desde que trabajaba en una tómbola para conseguir dinero y sacarme nada más cumplir los 18 años el carnet de conducir hasta ahora, cuando hace quince meses llegué a Las Palmas de Gran Canaria.

Atrás quedaban muchos años de trabajar para periódicos, agencias de publicidad, empresas de comunicación... y también de hacer reportajes freelance por varias partes del mundo (he vivido en Irlanda, Italia, Uruguay...). Empezaba mi vida en la isla enfocada en la creación de contenidos, la fotografía, el periodismo… y lo que surja. Los proyectos que he arrancado en Gran Canaria me llevan a seguir compaginando servicios: gestión de redes sociales, fotografía y comunicación y, por supuesto escritura. Porque escribir es y será siempre más que una profesión, una forma de vida.

En definitiva, hago un poco de todo con muchísimo trabajo y esfuerzo, en aprendizaje constante y con mucha pasión. Pero además con coherencia. Porque si aprendí algo en el periodismo, es que más vale afrontar la vida y la profesión con coherencia si quieres estar satisfecho con quien eres.


QUERIDO DIARIO...


 Miguel siempre está metiéndose conmigo. Me dice que soy una "periodista", que estoy todo el día haciendo preguntas.
Junio 1994 (9 años) Cádiz

Mi primo Miguel se pasó nuestra infancia llamándome despectivamente la “periodista”, así que, algunos años después, para profesionalizar el insulto, le pedí a los Reyes Magos una grabadora. Así comenzó todo. Mi amigo Jorge y yo nos dedicábamos a entrevistar a todo el mundo, desde las más recurrentes (su madre y mi abuela) hasta nuestros compañeros de teatro. Todos pasaban por La otra cara de la cultura, en Ondasur Radio. Lo que más nos costó fue buscarle un título a nuestro programa de radio "imaginario". Lo demás fue rodado: Nos hicimos una acreditación de papel y la plastificamos. Le pusimos un cordón y nos la colgamos como si fuese la mejor medalla. Desde ese momento nos convertimos en los periodistas del barrio. Jorge tenía doce años, yo  trece.

Hoy he hecho mi primera entrevista "profesional". Ha sido a Concha García Campoy. Estaba tan nerviosa que no paraba de mover la grabadora. Entonces, ella me ha cortado y me ha dicho: “Hay dos cosas importantes para que seas una buena periodista. Primero, relájate, mantén quieta la grabadora; y segundo, chiquilla, sonríe y mírame. Ahora vuelve a empezar la entrevista”. ¡Ha sido genial!
Noviembre 2000 (16 años) Huelva.

Cansados de colarnos en los festivales de cine, aquel año Jorge y yo decidimos acreditarnos como PRENSA. Dos sucesos en la misma semana me habían hecho descubrir lo que significaba estar en un medio de comunicación (por muy imaginario que éste fuera). El primero fue paseando por el barrio, cuando una mujer desconocida se nos acercó y nos dijo: “Me encanta vuestro programa de radio”. ¿Cómo contestarle que no existía? Sólo pudimos decir: “Gracias”.

El segundo fue días después, al ser acreedores de la benevolencia de un profesor del instituto que nos dio vía libre gracias a que que se enteró de nuestro instinto periodístico.

Después de eso, Jorge y yo ya no tuvimos nunca ningún reparo en pasarnos las tardes inventándonos programas. Ya que todos se creían que trabajábamos en una radio, ¿por qué no intentar que colara en la sección de prensa del festival? Y coló. Como dos periodistas más, dimos una exhaustiva cobertura mediática del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Y de muchos otros eventos... Acababa de cumplir los 16 años. 
No me da la nota de selectividad para estudiar Periodismo, y me quiero morir. 
Julio 2002 (17 años) Huelva. 
Mientras mis amigos dudaban qué carrera estudiar, yo había tenido clara siempre la mía. Pero con las hormonas revueltas de los 17 años y la frustración de no haber obtenido nota suficiente para estudiar Periodismo, el verano después de Selectividad me sentía la persona más desgraciada del mundo. Más de un lustro después comprendería que aquello fue lo mejor que pudo pasarme. Mi idea de acabar el instituto y estudiar cinco años de periodismo en Sevilla se vio truncada. Pero tomé la decisión de darle alas a mis ilusiones y perseguirlas costase lo que costase. Lo que en aquel momento sentí que era el peor castigo, se convirtió en el mayor regalo. Ante mí se abrió la inmensidad del mundo

Enamorada de las clases de "Lengua y literatura" de María Cuadrado, me matriculé en Filología Hispánica. Por las tardes, acudía a asignaturas de Periodismo en las que me colaba con la excusa de hacerlas como Libre Configuración. Eso fue ya una constante. Así cursé "Redacción Periodística" hasta tres veces. Buscaba en las clases respuestas y aprendizaje, aunque a menudo se diluían entre banalidades. Odiaba a los profesores que empezaban las clases diciendo: “Aún estáis a tiempo de cambiar de profesión, el Periodismo no tiene futuro”

Tuve profesores prepotentes, arrogantes, ególatras y agotadores. Pero entre tanto personaje gris, a veces aparecían docentes llenos de luz que se convirtieron en el apoyo necesario, que cambiaron los manuales por  una enseñanza más amplia de la profesión, y de la vida. He tenido tres profesoras que me marcaron especialmente, y a las que nunca dejaré de estarles enormemente agradecida. Ni de sentir hacia ellas una vulnerable mezcla de admiración y cariño, aunque no vuelva a verlas.

María fue clave durante el instituto.
Con Pilar San Pablo, la profesora de "Información Audiovisual" de segundo, no aprendí nada de cámara. Pero entendí hasta qué punto pueden los medios de comunicación manipulan y cómo, por encima de todo lo demás, somos personas. Masas llenas de inseguridades, seres irracionales y egoístas capaces, sin embargo, de llevar la ternura hasta sus últimas consecuencias. Bloqueos continuos, emociones desbordadas y analíticos constantes. Moralistas. Jugadores. Funambulistas en constante búsqueda del equilibrio.

La tercera, y decisiva, fue Isabel Gómez Rivas. Me dio clases de "Historia del Periodismo" en el penúltimo curso, así que el final de la carrera estuvo marcado por ella: por los libros que me fue regalando, por sus consejos y sus críticas, por sus correcciones, por las horas de despacho, cafetería y sofá, por ser oyente activa de todas mis indecisiones (que fueron muchas), por capear mis miedos regalándome enormes dosis de profesionalidad y de ternura... Conocerla y aprender con ella fue un antes y un después. Y por eso, pese a lo bueno y pese a lo malo, y aunque no vuelva a cruzarme con ella, siempre la recordaré de una manera especial, y tendrá, en mi baúl de las emociones, un lugar privilegiado de gratitud y cariño. Además, las tres eran unas enamoradas del periodismo, y las tres confiaron en mi capacidad. Cada una en su momento, y a su modo, me aportaron la seguridad que a mí me faltaba. Por eso ahora sé que también por ellas he de ser responsable y coherente en cada paso que doy

Después de pasarme medio curso trabajando de repartidora de periódicos, por fin decidí decirle a mi jefe que hablase con los de redacción a ver si me dejaban escribir algo. Me acaba de llamar y me ha dicho que cubra las fiestas. Me ha acreditado para los conciertos y me ha dicho que me dejarán la cámara de fotos del periódico. Tengo tres páginas, dos para conciertos y otra para “reportajes de ambiente” –así me ha dicho–, y que lo enfoque como yo quiera. ¡Qué guay!  
Junio 2005 (20 años) Segovia.

Apoyada siempre por mi familia, di algún que otro tumbo. Nací en Cádiz, me críe en Huelva y estudié un par de años en Sevilla antes de decidirme a cruzar Despeñaperros. Tras un año de Filología Hispánica, dejé la carrera (aunque poco a poco fui -y sigo- cursando alguna asignatura por la UNED). Después estuve durante un año estudiando Interpretación en la Escuela Superior de  Arte Dramático de Sevilla. Ese año fue espectacular. Como actriz era probablemente pésima, pero aprendí mucho acerca de mí misma.Y si el teatro me fascinaba antes, después de sumergirme en ese mundo mucho más. Finalmente, di el salto a Segovia, donde por fín iba a poder cumplir mi sueño de estudiar Periodismo. Y allí pasé un día de ser repartidora de periódicos a redactora. Llevaba un año estudiando Comunicación en Segovia (donde sí me había llegado la nota).
Comprendí entonces que escribir era lo que más me gustaba y, desde ese momento, nunca dejé ya de compaginar prácticas, clases, trabajos y ocio. 

En Segovia pasé casi tres años, todo el primer ciclo. Y fue una época preciosa. Adoro esa ciudad porque allí viví historias muy bonitas. Además, a la fuerza fui aprendiendo lo que costaba ser independiente. Había sido feriante en una tómbola para pagarme el carnet de conducir, y durante esos años fui desde pizzera hasta monitora en una Granja Escuela en la que enseñaba a los niños a ordeñar vacas. Conté tiempos de espera en los hospitales, hice encuestas, repartí periódicos, cuidé niños… y menos mal que mi madre, como estudiábamos en las asignaturas de Sociología, ejercía de colchón ante la crisis haciéndome préstamos sin intereses. 

Al mismo tiempo, empecé a colaborar en otro periódico, el semanario Gente. Me gustaba la vida universitaria y tenía un grupo de amigas maravilloso. Pero llegó el momento de conocer más mundos –la insaciable curiosidad siempre me puede–, y me fui tres meses a vivir a Venecia. Sobreviví dando clases de español y la ciudad de los canales en concreto, e Italia en general, me atraparon para ya no soltarme jamás. 

Hasta que el verano se fue acercando. El cuerpo me pedía periodismo y envié una carta al diario Huelva Información, del grupo Joly, pidiendo prácticas. Después de varios años significaba, además, volver a pasar un verano en casa de mi madre, en mi tierra.

Me llamó Jorge. Había escuchado que estaba habiendo un incendio en Mazagón, que por qué no íbamos. Se lo dije a mi jefe y, aunque un poco desconfiado, me dijo que me acercara a ver de qué se trataba. Recogí a Jorge y nos fuimos al lugar donde creíamos que era. Por el camino no vimos policías ni ambulancias ni nada. Llegamos allí y empezamos a ver a algunos bomberos. Gente gritando, desconcierto. Y allí nos metimos a preguntar qué pasaba. Estaban reagrupando a las familias desalojadas porque en algunas de las casas aún había fuego. Todo el mundo lloraba. 
Fue entrar en las casas y cortaron el acceso al lugar. No dejaban entrar a nadie, especialmente a periodistas. Mi jefe, al que ya le habían llegado las noticias, estaba al teléfono. “Es cierto lo del incendio pero no dejan entrar a nadie”, me decía. “Yo estoy dentro y me he traído mi cámara de fotos”, le contesté. Y empecé a explicarle todo con la emoción de la periodista novata que soy.
Luego llegó el alcalde, hablé con él. La gente le culpaba y él escurría el bulto. Me hizo declaraciones y las publiqué. Al día siguiente, ¡¡estaba escribiendo en portada!! Me desperté aún con la euforia en el cuerpo, y con –yo creo que del propio desborde emocional–, 38 grados de fiebre. Mi madre me decía que llamara al periódico y me quedara en casa. ¿Pero cómo iba a quedarme en la cama cuando tenía entre mis manos la noticia del verano? Me fui a investigar, a hablar con la gente. La puerta del ayuntamiento era un hervidero de personas enfurecidas que esperaban al alcalde. “¿Dónde está? Tiene que aparecer, lo pone en el periódico”, gritaban alzando mi reportaje como prueba. Yo estaba impresionada. Los del Ayuntamiento se justificaban diciendo que el periódico se lo había inventado y yo, que contemplaba la escena sin que nadie supiera que era la que firmaba el polémico reportaje, decidí dar la cara. Pensé que me iban a acabar pegando. ¡Cómo para decirles que era becaria! Luego las cosas se calmaron y el alcalde acabó llamándome por teléfono y reconociéndome que yo tenia razón. Lo que el alcalde no sabía es que yo había grabado la llamada. Tenía pruebas. No eran publicables pero sí suficientes para demostrarle a mi jefe que mi reportaje había sido ético y fiel a la realidad. Me sentí orgullosa de mi trabajo y me fui a seguir haciendo entrevistas. Me sentía tremendamente emocionada y la fiebre continuaba subiéndome. Fui entonces a hablar con otro de los vecinos, y, en ese momento, me desmayé. Estaba blanca y ardiendo... Tengo que controlar mis emociones desbordadas, esta pasión por el periodismo. Como diría Sabina, “será mejor que aprendas a vivir sobre la línea divisoria que va del tedio a la pasión”.
Julio 2007 (22 años) Huelva.


Hoy he cumplido 23 años. Mis amigos lo han celebrado con una barbacoa en mi casa... sin mí. Yo sólo he llegado a la tarta porque hasta las once no he salido de la redacción. Hoy volvían los bomberos que han estado en el terremoto de Perú. Entrevisté a uno de ellos por teléfono. Empezó seco, luego fue soltándose y acabó poniéndose a llorar contándome como, al llegar a Pisco, las probabilidades de encontrar a alguien con vida eran mínimas, y a pesar de eso, encontraron a un bebe. Al verlo se echó a llorar. Había dejado en Sevilla a su niña recién nacida. 
Me costaba no llorar escuchándolo. Logré mantener la serenidad pero fue colgar y echarme a llorar. Creo que ser sensible es positivo para ser periodista, porque hay que ser humano; pero me da miedo perder la entereza, ser demasiado frágil. 
Agosto 2007 (23 años) Huelva.

Supongo que no hace falta decir que aquel verano fue especial para mí. Y lo cierto es que nunca he vuelto a hacer unas prácticas como las de aquella vez en la sección de Local del Huelva Información. Fueron completamente productivas y entendí lo mucho que aún me quedaba por aprender hasta que algún día pudiera convertirme en una buena periodista.

“Escribo para definirme”, dejó anotado Susan Sontag en sus diarios, y yo ahora lo dejo anotado en el mío. Escribo diarios desde muy niña y, a estas alturas, creo que es la escritura la que me posee a mí. Me sentiría perdida sin poder reflexionar las cosas por escrito. No sé vivir sin escribir. Las palabras siempre son un refugio. Tengo el blog, que me motiva, pero mi diario tiene mucha más fuerza. 
Diciembre 2007 (23 años) Madrid. 
Después de ver en la facultad el documental "War Photographer", de James Nachtwey, y de ir a una exposición sobre Agustí Centelles, me he hecho una pregunta: ¿En qué momento la línea que une la profunda emoción por cambiar el mundo, por comunicar, por superar las injusticias… se mezcla con la vanidad o la euforia? Pero no sé la respuesta. 
Enero 2008 (23 años) San Fernando (Cádiz)

Como un suspiro. Fue llegar a Madrid y pasar el tiempo sin detenerse, ni para asimilarlo, ni para coger aire durante las flaquezas. La Universidad Carlos III se me presentó fría y competitiva, pero preparada. El penúltimo año de carrera estuvo marcado por historias personales, por fracasos, por despedidas, y al mismo tiempo, por enormes aprendizajes profesionales. Profesores competentes, prácticas productivas. Contrastes y contradicción. Muchos abrazos. Muchos llantos. Muchas risas. Mucho esfuerzo. Y casi por primera vez en toda la carrera, sentía que realmente estaba implicada periodísticamente.

Además, en Madrid fue la primera vez en toda la carrera que suspendía una asignatura: Estrategias empresariales. Hacía años que no me tocaba estudiar en verano. Así que entre las prácticas, primero en Telecinco, y después en RNE y Expansión, me dedicaba a repasar las estrategias de precio y de producto. El aprobado de septiembre me llegó en forma de SMS cuando al mirar de frente, contemplé ante mis ojos la Fontana de Trevi. Aún no era consciente de lo que supondría estudiar el último año de la carrera con una beca Erasmus en Italia. La experiencia la fui relatando en forma de Cartas Erasmus para la web tuaventura.org, y en forma de "propuestas urbanas" para la web Soitu.es.es. El "periodismo de viajes" me pareció una profesión preciosa. 

Y así, la noche es larga y las cuncas de viño ayudan... La conversación de taberna va subiéndose de tono y de pasados, anécdotas y jefes se pasa a la crítica y reflexión de esta profesión, u oficio, en la que nos vamos adentrando... La noche, ya con las lenguas rojas -mezcla de pasión y vino-, se hace eco de nuestras palabras. Alguien sugiere –suele ocurrir- la posibilidad de hablar de algo que no sea el trabajo... Pero dos minutos después, el tema se retoma. ¿Qué tendrá el periodismo que a más lo odiamos, más nos enamora?
Julio 2010 (24 años)
De Italia me fui a Galicia, que también me enamoró. Los gallegos me preguntaban constantemente “¿Y por qué una andaluza en Galicia?”. “¿Y por qué no?”, respondía yo. Me encantó la experiencia de hacer prácticas en La Voz de Galicia. En la sección de Provincia querían a alguien que supiese gallego. Yo ni siquiera conocía la ciudad, pero puedo ser muy pesadita si me empeñó. Tengo "cara" para rato, y no me arrepentí. Aprendí mucho en tres meses en Galicia, y tuve unos compañeros excepcionales. 

Una mesa ovalada gigante, sillones forrados, fotografías de nuestra historia en las paredes y una pantalla hacia la que todos miran. En ella se proyecta la maqueta provisional de la portada del periódico. Mientras, un hombre va escribiendo los temas que se van proponiendo en el espacio en el que, quizás, podrían ir. Habla la jefa de economía. La temen todos. A mí me encanta (será porque nunca la tuve de jefa). Tiene fuerza, garra. 


Luego se cuela el jefe de Nacional. Va rápido, la información gallega prima sobre historias nacionales. Poca cosa interesante en Deportes, accidentes repetidos y glorias locales.
Llega mi momento esperado: ver a mi jefa en acción. "Te estamos reservando la portada", le dice el director. "Como a mí me gusta", responde ella. 
Zona cero del incendio, Educación, Feijoo... No hay tema claro. Llaman al editor de fotografía.
Instalaciones portuarias como primera opción. Pero las fotos, demasiado políticas con el primer plano de Feijoo, no convencen al director. Optan por una foto del incendio, 18 horas después de originarse aún siguen los bomberos apagando fuegos. 
Decidida la foto de portada, la atención se centra en la noticia principal. Mi jefa canta sus temas hasta que, de pronto, el director, con una sonrisa de satisfacción, señala y dice: "Ahí tenemos la noticia de portada".
Después de varias vueltas -no hay nada tan complicado como escribir titulares-, se queda en "Feijoo quiere dejar para el 2010 el debate sobre la titulación de Medicina en A Coruña y Vigo". 
Mi jefa abandona la reunión y yo, con ella. He podido comprobar en primera persona como la portada es un trabajo de todos. Como el director tiene la última palabra pero es fácil de convencer siempre y cuando se le den los argumentos correctos y razonados. He visto como cada jefe, a pesar de sus apariencias, metidos en acción defienden a sus noticias, y a sus cachorros, como si el líder de una manada se tratase.
Van colocándose sus temas hasta llegar al más polémico. El director no termina de verlo claro y pide que llamen al redactor que ha escrito la información. Ambos mantienen una explicativa charla, en la que el periodista da cuenta detallada de las fuentes utilizadas y del proceso de elaboración del artículo. El director se queda satisfecho, me mira a mí, espectadora pasiva de la escena, y me dice: "Para que veas lo en serio que aquí nos tomamos el contrastar fuentes". 
"Es que cualquier cosa le hace ilusión", le dice, refiriéndose a mí, mi jefa a Pablo, mientras él se burla un poco de mí. Y es que lo cierto es que me emocionaba muchísimo ir a una reunión "de primera" del periódico. 
La calidad y el cuidado esmero que se pone en cada mínimo detalle es una de las cosas que más han llamado mi atención haciendo prácticas en este periódico. Y la labor de realizar la portada es prueba evidente de ello. Razonamientos, debates, y lealtad se han conjugado. Y salgo de la reunión creyendo en el Periodismo, totalmente ilusionada. Será eso, que me ilusiono con cualquier cosa.
Septiembre 2009 (25 años)


Dubitativa por naturaleza, tenía algo claro: No haría un máster cuando acabara la carrera. Además, si pensaba en mi futuro inmediato, me veía en cualquier lugar, excepto en Madrid... No sé muy bien cómo acabé matriculándome en este máster ABC-UCM... pero aquí estoy... cursando un máster "experimental" en el que he entrado con una buena dosis de motivación, en una ciudad que no me convence demasiado, pero que está llena de posibilidades... Además, ¿cómo renunciar a esta beca?

Ese mismo verano, con un “ya puedes relajarte” escrito en un e-mail, me informaban desde la Universidad que había aprobado la única asignatura que me quedaba para licenciarme. Por fin tenía el título. ¿Y ahora? Bueno, ahora, todo quedaba por delante... 


Minería digital, herramientas narrativas, escritura y verdad, participación ciudadana... Así se llaman algunas de las asignaturas... Estamos todos expectantes... 
Octubre 2009 (25 años)

La presión, el estrés, la falta de tiempo... convierten algunos momentos en batallas perdidas. La falta de coherencia, orden y entendimiento nos deja perdidos y vencidos, derrotados y dispuestos a abandonar la batalla, a rendirnos, a dejar de defender nuestra patria, el periodismo. 


Días en que esta particular mili consigue lo que ni la facultad ni las prácticas lograron: desmotivarnos hasta tal punto que deseemos alejarnos del oficio y de la forma de vida que amamos.  



Pero supongo que todos esos momentos serán los que se convertirán en batallas de abuelo cuando el tiempo pase. Los que harán que recordemos esta “mili” como un lugar en el que aprendimos, y en el que, a pesar de lo malo, fuimos felices.


Aunque para que eso sea así es necesario sacar provecho de cada día; no borrar, sino aprender de días como algunos de estos últimos; no dejar que el agobio y las críticas nos ahoguen. No permitir que este máster nos dibuje como monigotes tristes. Seguir creyendo, como antes lo hicimos, que el periodismo es una guerra por la que aún nos merece la pena batallar.
Enero 2010 (25 años)


Me dieron una beca para cursar el máster del diario ABC en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid. Fue un curso abrumador, pero, también es cierto, aprendí ese curso mucho más que en toda la carrera. Fue como un concentrado sin tiempo para tomar aire.
Lo dirigió el periodista Alfonso Armada y se convirtió para mí en una referencia de lo que es el periodismo, en la referencia por excelencia. Curiosidad, observación, implicación... Nos dimos cuenta de que no era tan fácil ser periodista y, al mismo tiempo, ser buena persona y ser coherente. Pero que ejemplos como Alfonso demostraban que, difícil sí, pero también posible.

Terminé el máster y durante varios meses fui, en el diario ABC, la becaria de Cultura. De hecho, desde aquí estoy escribiendo ahora mismo. Trabajar en Cultura en un diario nacional te coloca en un lugar privilegiado, te da la oportunidad de ejercer un periodismo muy desde el centro. Pero a veces es un periodismo muy camuflado en políticas, muy disfrazado de un montón de factores que poco tienen que ver con el oficio. En los momentos de frustración, me venían a la cabeza unas frases de Sándor Márai: "El periodismo me atraía, pero creo que no habría sido útil en ninguna redacción. Imaginaba que el periodismo consistía en andar por el mundo y observar ciertas cosas, todas irrelevantes, caóticas y sin sentido alguno, como las noticias, como la vida misma..."

Estos días, los 15 masterópodos andamos preguntándonos qué hacer con nuestras vidas, por qué sí y por qué no merece la pena luchar. A mí me preocupa, pero lo justo. Sé que tengo un(una) ángel de la guarda, aunque a veces parezca que anda escondido. Ya veremos qué pasa, ya iremos sorprendiéndonos...

Pueda que no sepa muy bien qué quiero, pero cada vez empiezo a tener más claro qué no quiero... Sé también, que como decía Pablo Neruda, "Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera". Además, como escribió Maruja Torres: "La escritura dota de sentido a lo que no lo tiene". Y yo tengo la profunda suerte de ser una grafómana empedernida, y es esa mi mayor salvación. Aspiro a viajar, a observar, a sorprenderme... a hacer de mi vocación mi profesión, pero sin tener que renunciar a la coherencia. Algunos ya lo han dicho: "Para ser un buen periodista es esencial ser una buena persona".


...TRES AÑOS DESPUÉS.
Sí, tres años han pasado. Y ahora sé que entonces no sabía nada. Tras un periodo breve en Irlanda, me contrataron como redactora en el diario El Pueblo de Ceuta.  Este es más o menos el resumen que escribo, ahora (2013), ya de nuevo en Madrid.


CEUTA

Supe que Ceuta no era mi sitio desde que apenas llevaba un mes en la ciudad. No imaginaba entonces que aún me quedaban allí dos años y nueve meses. Casi tres años que, por su intensidad, me han parecido veinte. No puedo ni quiero arrepentirme de lo vivido allí, pero sí me alegro de estar ya fuera, de volver a ser una peninsular más, aunque ahora con un gran bagaje detrás. Nada lo refleja mejor que el revelador “desierto delos tártaros”, Ceuta es esa fortaleza Bastiani de la que por más que lo intentes cuesta demasiado salir; siempre esperando a ese gran enemigo que vendrá de tierras lejanas sin comprender que el enemigo está dentro.
Pero la realidad supera la ficción y no he muerto dentro, sino que he salido fortalecida, mucho. Un choque frontal con la realidad, un soplo a marchas forzadas hacia la madurez. Ahora sé que la bondad no está innata al ser humano. Hay personas que llevan el mal dentro, psicópatas, desagradables, malvados cuyo único afán es hacer daño. Los he encontrado en Ceuta. Del mismo modo hay quienes lo dan todo sin pedir nada, quienes sobreponen la moral y los principios, la ética, a cualquier otro cosa. Personas generosas y buenas. También en Ceuta he conocido de esas. Al final, siempre ocurre lo mismo, son las personas las que dan valor a las experiencias, lo compartido y aprendido en esa interrelación social en la que vivimos permanentemente.

No llevaba demasiado en Ceuta cuando me dijeron que aprovechara mientras aquello me resultara sorprendente. Llama la atención lo mal que se hacen las cosas en los periódicos de la ciudad autónoma. Todo son irregularidades. A lo largo de este tiempo, la situación ha ido empicada hacia el desastre. El punto de inflexión fue cuando, con el cambio de Gobierno, nos quedamos sin director porque el que teníamos dejó el periodismo para ser asesor del delegado del Gobierno.

Una muestra más de esa vinculación tan dañina que existe entre periodismo y política, donde una a la otra se chupan la sangre. Hace tres años el diario era de una muy marcada tendencia a la derecha. Lo que el Gobierno el PP hiciera iba a misa (nunca mejor dicho, en una ciudad en la que las bodas y los bautizos aún siguen tendiendo su espacio en las páginas, cual siglo pasado). Ahora el diario es pro socialismo. Una línea editorial que fluctúa en base a intereses mercantiles. Es como si ABC pasara a ser republicano (y no cuenta en época de guerras) para vender más periódicos. Aunque quien sabe, todo se andará...



Política

La política me ha traído en Ceuta más de un dolor de cabeza. He visto cómo me censuraban, me cambiaban informaciones, se manipulaba la información por defender un interés económico... Acuerdos y colaboraciones políticas ruines que te hacen comprender por qué el país está como está, en este estado desolador sin futuro y sin presente. Y ni siquiera es sólo el PP, la corrupción y el acuerdo por debajo de la mesa llega de los bandos más dispares. Normal que la desconfianza en la política reine... La corrupción es una realidad, además de una tristeza.
En contrapartida, también de la mano de la política me han llegado excelentes momentos profesionales y personales. Me gusta la política pese a todo, y en el tú a tú hay personas que creen en lo que defienden. Fue una experiencia dura pero muy gratificante cubrir la última campaña electoral 'empotrada' al PSOE. Aquella noche electoral desde la sede del partido escribiendo la crónica que ponía punto y final al socialismo y a unas semanas de un trabajo muy intenso es y será ya para siempre un bonito recuerdo. Una etapa de información política -de muchas ruedas de prensa- que se ha cerrado con un viaje a Bruselas que ha merecido la pena. Como sí merecen la pena los políticos que no se dejan comprar por una portada.



Sanidad

Otra gran área que he cubierto en estos casi tres años es la información sanitaria y sin duda ha sido la que más satisfacciones me ha dado. Ha sido aquí donde he empezado a comprender qué era el periodismo. Este diario ha sido mi primer trabajo afianzado. Pero tampoco venía de casa. Además de otros medios, había pasado por cinco redacciones de periódicos antes de llegar a esta, pero en calidad de becaria. En prácticas trabajas tanto como un redactor de contrato, eso no varía, eres periodista al cien por cien, pero hay algo que sí difiere y que no me he dado cuenta hasta que no lo he vivido. La responsabilidad que exige ser redactor no la exige ser becario. Debes responder ante lo que escribes, debe haber un compromiso muy profundo, y una ética profesional aún mayor. También hay quien opta por pasar del tema, por copiar y pegar año tras año, pero esa es otra historia. De gente sin ética en el periodismo hay para escribir un libro... Escribir de sanidad exigía ese compromiso y tenerlo ha ayudado a que me sienta orgullosa del trabajo que he hecho en este área. Las noticias no llegan en las ruedas de prensa, llegan atravesando la línea que te marcan, aunque eso provoque el enfado y la amenaza para que te 'metan en cintura'. Me he sentido realizada, emocionada, feliz con algunas de mis aperturas sanitarias, con mis exclusivas, y eso no me lo quita nadie.
Hablando de aperturas, estoy convencida además de que he mejorado mucho. Sólo me hace falta recordar la bronca de mi jefa con aquella apertura de mis inicios en las que le 'reportajeé' toda la información y tuve que cambiarla íntegramente a la una de la madrugada. Quiso matarme aquel día, pero en vez de matarme le echó paciencia -mucha- y fue, día a día, siendo la mejor maestra. Muchos meses después tuvo también que enseñarme a hacer portadas y editoriales. Me dijo que puestos a tener que enseñar, prefería enseñarme a mí que a otro. Echaré de menos -no sabe cuánto- ese aprendizaje cómplice.



Inmigración

Y una muestra de ello fue también cómo me cedió numerosos reportajes sobre inmigración. Ceuta tiene algo maravilloso y es que te da la posibilidad de hacer una información que no cubres en casi ningún otro territorio de España. Por un lado está la multiculturalidad. Hacer un reportaje sobre la educación de los niños judíos, cubrir las festividades de Janucá, del dios Ganesh, contar cómo se rompe el ayuno con una 'harera' o cuáles son los perjuicios sanitarios del Ramadán, la musal´a y sus discursos o hasta las charlas anticonstitucionales de un orador radical... Dar apoyo cuando el país entero está pendiente de las redes yihadistas entre Ceuta y Siria, haber 'patrullado' el Príncipe con la policía... Son solo unos pocos ejemplos.

Y por otro lado, el drama de la inmigración. Desde aquel chaval que se quedó manteniéndome la mirada en el Puerto al poco de yo llegar hasta las mil historias que he podido escribir en el CETI cuando en la dirección no había un coronel de la Guardia Civil. Ha sido una experiencia maravillosa y un aprendizaje enorme ponerle nombre y apellido a la inmigración.



Animales, Cultura, Medio Ambiente, Militares....

A medida que pasaban los meses y que la gente se iba marchando porque no aguantaba más en ese diario, la carga de trabajo fue aumentando. Las empresas mediáticas no valoran la calidad, sino el hacer 'caja', periodismo al peso. Son obligatorias tres páginas por redactor al día, independientemente de si tienes la apertura, de si te has pasado la mañana cubriendo actos o de la categoría profesional que tengas.
Al principio me creaba ansiedad encontrar temas para tantas páginas, no podía dormir, me levantaba temprano y me iba a dar vueltas por la calle en busca de noticias. La reunión de contenido de mediodía me generaba un tremendo estrés. Eso era en la época en las que a las reuniones asistíamos una decena de personas. Poco a poco el estrés pasó a generármelo el encontrar espacio para tantas chorradas que en un diario sin criterio había que sacar por obligación. En Ceuta se le da importancia mediática a cosas que en un periódico y en una ciudad “normales” no tendrían cabida alguna... Llevaba temas de animales (pobres de ellos condenados a habitar en una ciudad donde las autoridades no sólo no velan por ellos, sino que los persiguen), cultura, medio ambiente, militares (lo que he aprendido aunque no lograra ir al Líbano y pese a seguir siendo una total antiejército y republicana). Por último, esa ansiedad y ese dolor de cabeza casi crónicos que me ha dado Ceuta me lo provocaba el encontrar temas de importancia, verdaderas noticias propias, las “aperturas”.



...y sucesos...

Cuando llegué a Ceuta sólo quería hacer reportajes. A lo largo de estos casi tres años, he pasado de esa preferencia al gusto por la noticia. Me he sumergido en sucesos, y me encantaban. Esos incendios a deshora y altercados varios. He aprendido lo difícil que es afrontarlos. No caer en la sensiblería. Diferenciar lo 'noticiable' de lo morboso, lo qué es noticia de lo que no. Ha habido momentos muy difíciles, noticias que exaltaban tanto el espíritu de la redacción que acabábamos en batallas campales internas. He discutido muchísimo estos tres años con quienes precisamente más me han enseñado. Con quien más me he “peleado” ha sido el mismo que cuando apenas llevaba cinco días en Ceuta compartió conmigo, metidos en un coche en la puerta del Hospital, la primera de las múltiples conversaciones que hemos mantenido.... Grandes maestros sí, muy grandes, le pese a quien le pese.





Punto y final

En este tiempo hasta nos ha dado tiempo de titularnos como 'community manager'. Una formación que entre otras cosas te enseña que hacer entradas tan largas de blogs es un suicidio. Pero lo mismo me da ya. También vi en esta ciudad cómo había gente tan ruin que hasta era capaz de utilizar lo que aquí escribía en mi contra. Ahora todo esto me da igual. No me importa desnudarme por última vez en Ceuta. Este es mi punto y final en esta ciudad, en este periódico. No sé si volveré a trabajar de periodista, pero sé que siempre seré periodista, que es algo adherido a mí, desde antes incluso de estudiar esta carrera. No soporto a quien me critica por haber estudiado la carrera de la profesión más bonita del mundo, me permita o no dedicarme o no a ella.
El periodismo, en mi corta experiencia, me ha dado ya grandes satisfacciones. Es un oficio hermoso y maltratado. Y siempre estaré agradecida a Ceuta porque me ha hecho más fuerte, porque me ha enseñado qué era realmente ser periodista. Sé que pese a todo sigo siendo una neófita, con todo por aprender, con todo por evolucionar. Pero Ceuta ha sido la mejor escuela.

He conocido a los peores gestores, los más malos empresarios que no saben aprovecharse de la materia que tienen y se dedican, como está pasando por todo el país, a hundir su propio periódico. Pero he conocido también a los mejores compañeros, los que han compartido conmigo un amor pegado a la piel por esta maravillosa profesión de periodista. Dentro de esa redacción en la que tantas horas he pasado me llevo buenos amigos, pero esa es ya nuestra historia personal. Como jefas, como compañeros, se queda entre nosotros lo sufrido y lo amado.

Dejo miles de palabras escritas, muchas en este blog, pero muchísimas más en los tomos y tomos del diario. Muchas emociones fuera, y entre esas paredes sin ventana, una escena: Pasada la medianoche. La que sería poco después redactora jefa, enfadada porque era demasiado tarde. El director y la adjunta, felices eligiendo qué canción pegaba más para ese momento. El minuto musical lo llamaba yo entonces. El fotógrafo con los cascos, a lo suyo. Y yo agobiada porque no me daba tiempo a cerrar... Aquello era sólo el principio...